CROACIA, DE UN PAIS EN GUERRA A UN PAIS TURISTICO//CROATIA, FROM A PARENT AT WAR TO A TURISTIC PARENT

  Dejamos atrás Pec, para introducirnos por una peligrosa carretera de montaña, con túneles horadados en la piedra, sin más tipo de protección que la propia roca. Se me antojaba que el


autobús iba a quedar atrapado de un momento a otro.

    No era habitual, pero el autobús era bastante cómodo, aunque al comienzo del largo viaje, la sinuosa carretera, obligaba al conductor a tomar mil y una precaución, pero me sentí seguro en él.

    El tiempo pasaba lento, cada hora hacían un breve alto, en áreas de descanso. Tras recorrer 275 kilómetros, alcanzamos la ciudad de Budva en Montenegro. Aquí la parada fue un poco más larga, pues hubo relevo del conductor oficial y el auxiliar, se despidieron del pasaje y se hicieron cargo otros dos conductores. Entre sí, éstos como los anteriores, se alternaban al volante en las paradas intermedias. En la que hicimos en Kotor, me compré algo con que entretener el estómago, para lo que quedaba de viaje.

  Había perdido la noción del tiempo, cuando anunciaron por megafonía, que estábamos a punto de llegar a la frontera con Croacia. Unos minutos después, el autobús redujo considerablemente la velocidad y rodaba lentamente, siguiendo las indicaciones que, desde el exterior, les hacía la policía fronteriza.

   Detuvo su marcha y el conductor nos advirtió a los pasajeros, que nadie podía moverse del asiento.

 Se abrió la puerta delantera derecha y por ella subió un fornido policía uniformado, con poblada barba, semblante serio, vestía totalmente de negro, con excepción de los dos parches gris claro, uno con el nombre y otro con las divisas dorado brillante, sobre los bolsillos izquierdo y derecho de la corta zamarra, que en la zona del cuello, dejaba ver una camiseta del mismo color que el uniforme, pantalones con bolsillos laterales, ancho cinturón del que colgaban por el lado derecho una pistola en su funda y por el izquierdo una porra de cuero de considerable dimensiones, calzaba botas de caña. 

 En sus manos enguantadas, sujeto con una correa también negra, llevaba un precioso pastor alemán, con unos vivarachos ojos claros, lomo negro y resto del pelaje marrón amarillento, más claro en la zona del estómago. Uno y otro caminaron desde adelante hacía atrás, girando las cabezas a izquierda y derecha.  Ninguno se atrevió a abrir la boca, se notaba una cierta dosis de miedo, que no se disipó hasta que ambos habían abandonado el auto. Cosa que hicieron por la puerta trasera, tras recorrer el estrecho y largo pasillo.

    Una vez que el agente y el perro estuvieron fuera, se sintió un portazo y el sonido de un silbato y el autobús emprendió su marcha suavemente, para paulatinamente ir incrementando la velocidad. Salió de la zona de frontera, para coger de nuevo la carretera de la costa.

    Como unos veinte cinco minutos después, hacia una parada de unos diez minutos en otra área descanso. Cuando se disponían a emprender la marcha, el conductor avisó a los pasajeros que quedaban noventa y cinco kilómetros para llegar a la ciudad de Dubrovnik, fin del trayecto.

   Desde hacía un buen rato, se había dejado de ver la nieve a los lados de la carretera. Sin duda con la influencia del cercano mar, los mantos de la nieve se habían convertido en

pequeños arroyos y saltos de agua, por arte de las temperaturas más suaves de esta parte de la Antigua Yugoslavia.

    La mejora del asfalto era patente y se notaba por el suave deslizamiento de las ruedas del autobús. Desde la ventanilla, todavía se podían ver casas todavía afectadas por las secuelas de la guerra. En algunas pequeñas aldeas, no había ni una sola casa en pie, con evidentes signos de haber sido bombardeadas. Llegue a la conclusión que se habían quedado sin dueño, o que estos no tuvieron economía, fuerza física o valor moral para levantarlas de nuevo.

    Por fin, vimos a lo lejos que se aproximaba una gran ciudad, mire entorno mío, tenía la sensación de que algo me faltaba, pero no sabía que. Eche una nueva ojeada, y note que algo estaba caído a mis pies, era el libro: Kosovo el País de los Mirlos, se ve que en algún momento mientras leía me había quedado dormido, y no me percatara de su caída.

    Recogí mis cosas, metí el libro en la mochila y bajé en la terminal de autobuses, donde me informaron, para mi desagradable sorpresa, que Zagreb, a donde iba como corresponsal, estaba a unos seiscientos kilómetros, pero esta se compensaba en que había autobuses directos a esta ciudad con influjo austriaco.

    Con el pelo largo y alborotado, la barba de dos días sin afeitar, la ropa bastante arrugada de tantas horas de viaje, me daban aspecto de vagabundo, me dirigí a los baños y traté de recomponer un poco mi figura. Temía que me impidiesen la entrada al hotel.

   Una vez en la calle, comencé a caminar, me sentía como si acabara de terminar de correr una maratón, incluso me costaba mantenerme erguido. Poco a poco mis piernas comenzaron a reaccionar de tan largo reposo y dado que estaba en la zona portuaria de La Cruz, decidí encaminarme a pie hacia el puerto, donde había reservado una habitación en el Hotel Adrià, en la calle Radnicka-ul. Cuando hice la reserva me habían dicho, que estaba a unos diez minutos, andando, desde la terminal de autobuses. 

   Extraje de un bolsillo lateral de mi mochila el teléfono móvil y llamé a Lula, pero la única respuesta que obtuve fue: Dobro dosli do Amis Telekon Croacia dobar dan (Bienvenidos a Amis Telekon Croacia, buen día)

    De camino notaba lo concurrido de las calles y cafeterías, con jóvenes con aspecto de universitarios, como cualquier moderna ciudad europea. Me costaba creer que solo 15 años antes, el país estuviese enfrascado en una cruenta guerra. A mi memoria vino la figura del boliviano Eduardo Roczas Flores, actor, productor, periodista y escritor, que cambió la pluma por un fusil AK 47, que no dudo usar en ayuda de la población croata contra las tropas serbias. 

   Roczas había recibido formación militar en Hungría y en la Academia Militar de Dzerzhinski en la antigua Unión Soviética, pero no le sirvió de mucho, ya que terminó muerto en una habitación del Hotel “Las Américas” de Bogotá, tras un tiroteo con la policía, el 16 de abril de 2009.

    Mientras miraba absorto las altas y fuertes murallas en esta parte de la ciudad, rodeado de mucha gente que intuía turistas, por el habla, pues en nada diferenciaban en la vestimenta. No pude menos que, acordarme de Irene Horat, la rubia atleta universitaria croata, que dejara este interesante país para terminar en Yemen, convertida en esposa de Amwar al Aulaki, un ingeniero americano, que se convertiría en jefe de Al-Qaeda en el citado país asiático. Como lo cuenta el danés Morton Storm en su libro: Mi vida en Al-Qaeda.

   Intenté infructuosamente contactar con Lula. Después del registro en la recepción, tras dejar la mochila en el armario de la habitación, me asomé al pequeño balcón de esta, me impresionó la belleza de la bahía Lapad, con un mar azul escarlata, vi un grupo de islas que me parecieron las Elafiti.

   Decidí salir a la calle y dar un paseo, por lo que me encaminé hacia el centro histórico de la ciudad, distante del hotel como unos dos kilómetros, visité la iglesia barroca de San Blas. Vi en un rótulo externo que había sido construida en 1715, a mí se me pareció mucho a la iglesia de San Mauricio de Venecia. Me llamó la atención el policromado del altar mayor, con una imagen del Santo intercesor de las enfermedades de garganta, realizado en colores dorado y plateado.

    Quise después ver la catedral, pero esta se encontraba cerrada, así que habría que dejarlo

para otra ocasión. Me introduje por la calle peatonal Stradum, de suelo calizo, que hacía retumbar mis zapatos de suela más de lo que me a mi gustaría. Estaba repleta de gente, que entraba y salía por las distintas tiendas. Entre en una y me compre una mochila, la que tenía necesitaba ser jubilada, estaba muy gastada por el uso, y después me compre unas prendas de vestir.

  Vi un letrero que indicaba Palacio del Rector, intuí que no iba mal desencaminado, al pensar que muchos de los jóvenes con los que me cruzaba eran universitarios. 

    Como el cansancio del viaje, comenzaba a hacer mella en mí, decidí regresar al hotel, tendría un par de días más, para ver la ciudad, antes de poner rumbo a Zagreb. 

    Cerca del hotel vi fachadas con paredes ennegrecidas, pensé que tal vez fueran secuelas de la guerra, pero mi olfato `periodístico, me llevo a corroborarlo, había dos señores mayores sentados en un banco charlando y les pregunté sobre ello, amablemente me sacaron de mi error, me contaron que hacía un par de años en la primera semana de agosto, un incendio descontrolado declarado en Bosnia atravesó la frontera y  pusiera en jaque la ciudad,  que las llamas parecían querer devorársela, pero todos los vecinos se unieron y consiguieron ganarle la batalla al fuego.

    Consulté con el recepcionista sobre el número de Lula, el hombre me indicó cual era el problema, estaba marcando 383 como prefijo, cuando debería marcar el 385. Desde la habitación pude establecer comunicación con ella. Por delante tendría dos intensos días antes de emprender rumbo a Zagreb, con Lula o sin ella.

José Moore

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 We leave Pec behind, to enter a dangerous mountain road, with tunnels drilled into the stone, with no other type of protection than the rock itself. I felt like the bus was going to be trapped at any moment.

It was not usual, but the bus was quite comfortable, although at the beginning of the long journey, the winding road forced the driver to take a thousand and one precautions, but I felt safe in it.

A man on a rock  Auto-generated description with low confidence

I had lost track of time, when they announced over the loudspeaker that we were about to reach the border with Croatia. A few minutes later, the bus slowed down considerably and rolled slowly, following the indications given to them from the outside by the border police.

He stopped his march and the driver warned us passengers that no one could move from the seat.

The front right door opened and through it came a burly uniformed policeman, with a bushy beard, a serious countenance, dressed entirely in black, with the exception of the two light gray patches, one with the name and the other with the shiny gold badges, on the left and right pockets of the short jacket, which in the area of the neck,  It showed a T-shirt of the same color as the uniform, pants with side pockets, a wide belt from which a pistol hung on

the right side in its holster and on the left a leather club of considerable dimensions, he wore cane boots.

 In his gloved hands, held on a black leash, he carried a beautiful German shepherd, with lively light eyes, a black back and the rest of the yellowish-brown fur, lighter in the stomach area. Both walked from front to back, turning their heads left and right.  Neither dared to open their mouths, a certain dose of fear was noticeable, which did not dissipate until both had left the car. They did this through the back door, after walking through the narrow and long corridor.

Once the agent and the dog were outside, there was a slamming of the door and the sound of a whistle and the bus began its march smoothly, to gradually increase speed. He left the border area, to take the coastal road again.

About twenty-five minutes later, I would make a stop of about ten minutes at another rest

area. As they were about to set off, the driver warned the passengers that there were ninety-five kilometers left to reach the city of Dubrovnik, the end of the journey.

For a long time, the snow had stopped being seen on the sides of the road. No doubt influenced by the nearby sea, the snow covers had become small streams and waterfalls, thanks to the milder temperatures in this part of the former Yugoslavia.

The improvement of the asphalt was evident and was noticeable by the smooth sliding of the wheels of the bus. From the window, you could still see houses still affected by the aftermath of the war. In some small villages, there was not a single house standing, with obvious signs of having been bombed. I came to the conclusion that they had been left without an owner, or that they did not have the economy, physical strength or moral courage to raise them again.

 Finally, we saw in the distance that a big city was approaching, looking around me, I had the feeling that something was missing, but I didn't know what. I took a new look, and I noticed that something was fallen at my feet, it was the book: Kosovo the Land of the Blackbirds, it seems that at some point while I was reading I had fallen asleep, and I did not notice its fall.

    Recogí mis cosas, metí el libro en la mochila y bajé en la terminal de buses, where I was informed, to my unpleasant surprise, that Zagreb, where I was going as a correspondent, was about six hundred kilometers away, but this was compensated by the fact that there were direct buses to this city with Austrian influence.

With long and tousled hair, the beard of two days unshaven, the clothes quite wrinkled from so many hours of travel, gave me the appearance of a vagabond, I went to the bathrooms and tried to recompose my figure a little. I was afraid that they would prevent me from entering the hotel.

Once on the street, I started walking, I felt like I had just finished running a marathon, I even had a hard time staying upright. Little by little my legs began to react from such a long rest and since I was in the port area of La Cruz, I decided to walk towards the port, where I had booked a room at the Hotel Adrià, on Radnicka-ul street. When I made the reservation I had been told that it was about ten minutes, on foot, from the bus terminal.

I took my mobile phone from a side pocket of my backpack and called Lula, but the only answer I got was: Dobro dosli do Amis Telekon Croatia dobar dan (Welcome to Amis Telekon Croatia, good day)

On the way I noticed how crowded the streets and cafes were, with young people who looked like university students, like any modern European city. I found it hard to believe that only 15 years earlier, the country was engaged in a bloody war. The figure of the Bolivian Eduardo Roczas Flores, actor, producer, journalist and writer, came to my mind, who exchanged the pen for an AK 47 rifle, which he did not hesitate to use to help the Croatian population against the Serbian troops.

Roczas had received military training in Hungary and at the Dzerzhinsky Military Academy in the former Soviet Union, but it did not help him much, as he ended up dead in a room at the "Las Americas" Hotel in Bogotá, after a shootout with the police, on April 16, 2009.

Image containing interior, table, room, front  Auto-generated descriptionpues en nada diferenciaban en la vestimenta. No pude menos que, acordarme de Irene Horat, la rubia atleta universitaria croata, que dejara este interesante país para terminar en Yemen, convertida en esposa de Amwar al Aulaki, un ingeniero americano, que se convertiría en jefe de Al-Qaeda en el citado país asiático. Como lo cuenta el danés Morton Storm en su libro: Mi vida en Al-Qaeda.

I tried unsuccessfully to contact Lula. After checking in at the reception, after leaving my backpack in the closet of the room, I looked out on the small balcony of the room, I was impressed by the beauty of Lapad Bay, with a scarlet blue sea, I saw a group of islands that looked like the Elaphiti.

I decided to go out to the street and take a walk, so I headed towards the historic center of the city, about two kilometers away from the hotel, I visited the baroque church of San Blas. I saw on an external sign that it had been built in 1715, it looked very much like the church of St. Maurice in Venice. I was struck by the polychrome of the main altar, with an image of the Holy intercessor of throat diseases, made in gold and silver.


I wanted to see the cathedral later, but it was closed, so I would have to leave it for another time. I entered the pedestrian Stradum street, with its limestone soil, which made my soleless shoes rumble more than I would like. It was full of people, who came and went through the different shops. I went into one and bought a backpack, the one I had needed to be retired, it was very worn out from use, and then I bought some clothes.

I saw a sign indicating the Rector's Palace, I sensed that I was not misguided, thinking that many of the young people I met were university students.

As the fatigue of the trip began to take its toll on me, I decided to return to the hotel, I would have a couple more days, to see the city, before heading to Zagreb.

    Near the hotel I saw facades with blackened walls, I thought that maybe they were the aftermath of the war, but my 'journalistic' nose, led me to corroborate it, there were two elderly gentlemen sitting on a bench chatting and I asked them about it, they kindly got me out of my mistake, they told me that a couple of years ago in the first week of August,  an uncontrolled fire declared in Bosnia crossed the border and put the city in check, which the flames seemed to want to devour, but all the neighbors united and managed to win the battle against the fire.

I consulted with the receptionist about Lula's number, the man told me what the problem was, he was dialing 383 as a prefix, when he should be dialing 385. From the room I was able to establish communication with her. He would have two intense days ahead of him before heading to Zagreb, with or without Lula.

                                                                                                                                  

                                                   

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