POR LOS CAMPOS DE MARJAYOUM//THROUGH THE FIELDS OF MARJAYOUM

    Era una extraña tarde de primavera, pese lo avanzado de la hora, el sol todavía tardaría un buen rato en retirarse a dormir. Soplaba una fresca brisa, procedente del Golán.

     Me introduje por un sendero que discurre paralelo al río. Mi pensamiento me llevó al ejemplo y valor que Ronni, Joumana, Sirham y tantos otros derrochaban, por seguir adelante, pese a los sobresaltos que les enfrentaban los derroteros y avatares a los que tan acostumbrados estan hombres, mujeres y niños en este lugar.

     Las aguas, del Wazani bajaban turbias, tal vez debido al hielo derretido, por la lluvia caída el día anterior. Seguí su curso y llegué a un destartalado puente. En principio achaqué su ruinoso estado a la riada, pero caí en la cuenta de que más bien era fruto de un desdichado bombardeo aéreo.

  Sin una causa concreta, me introduje por un campo de olivares, que tanto abundan en esta parte del planeta y de pronto reparé en que apenas a un par de metros de mí, caminaba a marcha cansina un bonito camaleón de vistosos colores, de los que destacaba el gris, azul y amarillo. 

    La curiosidad me empujó a seguirlo cautelosamente, sin molestar su lenta marcha. Aunque la frondosidad de los olivos en flor apenas me dejaba distinguir algo a más de diez metros de distancia, todavía había la suficiente luz, como para poder seguir al simpático animalillo.

   El camaleón giraba una y otra vez, los abultados párpados de sus ojos, mirándome con recelo, pero sin dejar de caminar.

     De pronto observé que paraba en seco su marcha, yo lo imité y detuve la mía.

Se elevó ligeramente sobre sus patas traseras alzando la cabeza, como queriendo ver algo que, tenía al frente y le hubiese llamado su atención. 

    Lo dejé de observar, tratando de escudriñar qué podría ser lo que había delante suyo y que le produjese más temor que mi presencia. Por más que miraba, me resultaba infructuosa la búsqueda.

    De pronto sentí un ruido, como si una bota pesada rompiese una rama caída en el suelo, seguí inmóvil en donde estaba, pero a mis oídos solo llegaba el ruido de la brisa del viento silbando entre los árboles. Aunque estaba alerta, volví la mirada  hacia donde había parado el camaleón, pero no lo vi. Alcé la vista y pude ver que se movía por una de las ramas del olivar más próximo. No me había percatado, que  se subiera al árbol.   

    Decidí continuar con mi paseo, había comprobado que los camaleones son como los buenos obreros, trabajan lentos pero conocen bien su oficio. Seguí por el estrecho sendero. Cuando estaba a punto de llegar a la parte más alta del cercado, me había convencido de que una vez que pasase al otro lado, encontraría la carretera que unía Marjayoun y la frontera con  los dos países vecinos.

    A medida que iba subiendo,  decrecía paulatinamente la espesura del bosque de olivos, y estos estaban mucho más diseminados que en la parte baja, también el sendero se había hecho cada vez más ancho. 

    De repente, me sorprendió un cegador resplandor, a unos cincuenta metros de distancia, como si los rayos del sol incidiesen en un gran espejo. En un primer momento no logré saber de qué se trataba, cegado por el fuerte brillo. Me pregunté qué podía ser. Avancé un poco más y fui distinguiendo la silueta de un auto, creí que se trataba de alguno de tantos vehículos abandonados, que estaban diseminados por el campo, pero pronto distinguí, que tenía en la parte trasera, dos grandes antenas, dobladas desde atrás, sujetas por unas correas a  la defensa delantera.

    Logré ver  que se trataba de un antiguo y robusto  mercedes, pero parecía estar en muy buen estado. 

    Observé que fuera del vehículo había un hombre de pie, parecía relativamente joven y fuerte, estaba apoyado sobre la puerta trasera del lado derecho del mismo,

tenía la pierna izquierda estirada y la derecha ligeramente flexionada, el pie del mismo lado descansaba sobre el faldón del auto. Calzaba botas de media caña, vestía unos tejanos azules, llevaba puesta una elegante cazadora de piel negra a medio abrochar, dejando ver una camiseta deportiva blanca. Su cara lucía una poblada barba y amplias gafas oscuras. Sostenía sobre el hombro izquierdo una mochila de piel del mismo color que su cazadora, sujeta con la mano del mismo lado, en la derecha sostenía un teléfono móvil, con el que no dejaba dudas que, estaba manteniendo una conversación con alguien.

    Sobre el capó me pareció ver un walkie colgado de un ancho cinturón. La situación me hizo poner alerta, no sabía de quién se podía tratar. Por lo que reparando que, a un par de metros de donde yo estaba el sendero tenía un desvío estrecho hacia el este del campo, decidí introducirme por él y evitar encontrarme con el extraño.

    Noté que el hombre se había percatado de mi presencia y que,  no dejaba de mirarme, lo ratifique al ver que soltaba la correa de la mochila y bajaba ligeramente las gafas, para poder verme mejor. El que tuviese ambas manos ocupadas, me daba una ligera ventaja así que apuré un poco el paso y me introduje por la variante, los olivos volvían a estar bastante juntos, el paso era mucho más angosto y estaba seguro que al menos el vehículo no podría introducirse por él.

    En cuanto salí de la vista del individuo, un impulso me empujó a echar a correr, dando pie a una desenfrenada carrera. Pese a estar acostumbrado a hacer deporte y a correr, la ansiedad de alejarme cuanto antes de la escena, me hacía jadear. Una inoportuna rama tirada en el camino, que no aprecié, me hizo rodar por los suelos, me arañé ambas manos con los guijarros. Tras limpiarlas como pude con el pañuelo, seguí corriendo.

    Llegué al extremo este del campo y mi alegría se transformó en frustración, había un desnivel con una verticalidad de unos quince metros de alto, para poder alcanzar una pista de tierra, que pasaba por debajo. No deseaba retroceder, así que como pude, tras ver que no se apreciaba movimiento de ninguna persona por ella comencé a  descender. Durante el descenso me desequilibre y estuve a punto de caer al vacío en un par de ocasiones, pero  pude llegar sano a la parte baja. Un chacal que sesteaba entre una matas, salió disparado con el rabo entre las piernas, el animal se asustó casi tanto como yo.

 Vi que a unos cien metros hacia la  izquierda, pasaba una carretera asfaltada, pero preferí seguir y regresar por la pista de tierra, aunque estaba llena de grandes charcos de lodo y agua. 

   Al girar un recodo del camino, vi una pequeña casamata de ladrillo, completamente agujereada a balazos, pensé que podría ser un reconocimiento realizado por el fuego de ametralladora, en la última de las guerras o batallas a las que el pueblo de Marjayoun y alrededores, estaba tan acostumbrado. Al rebasarla vi que formaba parte de una estación de servicio, completamente calcinada.

    Volví una vez más la vista hacia atrás y me tranquilicé viendo que nada ni nadie seguía mis pasos. El sol había disminuido bastante la intensidad de su luz. De pronto a escasa distancia, una serpiente de unos dos metros de largo, de un brillante color negro azabache, cruzó a gran velocidad la pista, perdiéndose entre la maleza del campo. En la cuneta de mi lado de marcha, observé que una tortuga trataba de esconderse de mi presencia. Tal vez mi oportuna aparición le había salvado la vida, al menos por esa noche no había sido la cena de la peligrosa serpiente. Pero eso obviamente nunca lo sabré.

    Sin más contratiempos llegué de nuevo a Marjayoun, cuando comenzaban a encenderse las luces de la ciudad, atrás quedaban esos campos, que encierran misteriosas aventuras e interrogantes. Siempre me pregunté qué podría hacer aquel individuo allí en el medio de la nada y cómo lograría haber subido un vehículo que no era todo terreno, por una zona tan pedregosa y angosta, porque contaba con tan amplias antenas y a qué conclusión  llegaría el hombre sobre mi presencia  allí. Pero eso tampoco, jamás llegaría a saberlo.

Jose Moore

It was a strange spring afternoon, and despite the lateness of the hour, it would still take a long time for the sun to retire to sleep. A cool breeze was blowing from the Golan.

     I entered a path that runs parallel to the river. My thoughts led me to the example and courage that Ronni, Joumana, Sirham and so many others squandered, to move forward, despite the shocks that confronted them with the paths and vicissitudes to which men, women and children are so accustomed in this place.

     The waters of the Wazani were murky, perhaps due to melted ice from the rain that had fallen the day before. I followed his course and came to a rickety bridge. At

first I blamed its ruinous state on the flood, but I realized that it was rather the result of an unfortunate aerial bombardment.

  Without a specific cause, I entered a field of olive groves, which are so abundant in this part of the planet, and suddenly I noticed that just a couple of meters from me, a beautiful chameleon of bright colors was walking at a weary pace, of which gray, blue and yellow stood out. 

    Curiosity impelled me to follow him cautiously, without disturbing his slow march. Although the foliage of the olive trees in bloom barely allowed me to make out anything more than ten meters away, there was still enough light to be able to follow the friendly little animal.

   El camaleón giraba una y otra vez, los abultados párpados de sus ojos, mirándome con recelo, pero sin dejar de caminar.

     Suddenly, I saw him stop his march in its tracks, and I imitated it and stopped mine. He raised his hind legs slightly, raising his head, as if he wanted to see something in front of him that would have caught his attention. 

    I stopped looking at him, trying to scrutinize what it might be that was in front of

him that would frighten him more than my presence. No matter how hard I looked, the search was fruitless.

    Suddenly I heard a noise, as if a heavy boot broke a fallen branch on the ground, I remained motionless where I was, but only the sound of the wind breeze whistling through the trees reached my ears. Although I was alert, I looked back where the chameleon had stopped, but I didn't see him. I looked up and could see that he was moving along one of the branches of the nearest olive grove. I hadn't noticed that he was climbing the tree.   

    I decided to continue with my walk, I had seen that chameleons are like good workers, they work slowly but they know their trade well. I continued along the narrow path. By the time I was about to reach the top of the enclosure, I had convinced myself that once I got to the other side, I would find the road that linked Marjayoun and the border with the two neighbouring countries.

    As I went up, the thickness of the olive grove gradually decreased, and the olive trees were much more scattered than in the lower part, and the path had also become wider and wider. 

    Suddenly, I was surprised by a blinding glare, about fifty yards away, as if the sun's rays were shining on a large mirror. At first I couldn't figure out what it was,

blinded by the bright glare. I wondered what it could be. I went a little further and I began to distinguish the silhouette of a car, I thought it was one of many abandoned vehicles, which were scattered throughout the countryside, but I soon distinguished, that it had in the back, two large antennas, bent from the back, attached by straps to the front bumper.

    I could see that it was a sturdy old Mercedes, but it seemed to be in very good condition. 

    I noticed that outside the vehicle there was a man standing, he looked relatively young and strong, he was leaning against the rear door on the right side of the vehicle.

His left leg was straight, and his right leg was slightly bent, his foot on the same side resting on the apron of the car. He was wearing mid-calf boots, blue jeans, an

elegant half-buttoned black leather jacket, revealing a white sports shirt. His face sported a bushy beard and broad dark glasses. He was holding on his left shoulder a leather backpack of the same colour as his jacket, held with his hand on the same side, in the right he held a mobile phone, with which he left no doubt that he was having a conversation with someone.

    On the hood I thought I saw a walkie hanging from a wide belt. The situation made me alert, I didn't know who it could be. So, noticing that, a couple of meters from where I was, the path had a narrow detour to the east of the field, I decided to enter it and avoid meeting the stranger.

    I noticed that the man had noticed my presence and that, he did not stop looking at me, I confirmed it when I saw that he released the strap of his backpack and lowered his glasses slightly, so that he could see me better. The fact that I had both hands full, gave me a slight advantage so I hurried a little and entered the variant, the olive trees were again quite close together, the passage was much narrower, and I was sure that at least the vehicle could not enter through it.

    As soon as I got out of sight of the man, an impulse impelled me to run, and a mad dash ensued. Although I was used to playing sports and running, the anxiety of getting away from the scene as soon as possible made me gasp. An unwelcome branch thrown on the road, which I did not appreciate, made me roll on the ground, I scratched both my hands with the pebbles. After cleaning them as best I could with my handkerchief, I kept running.

    I reached the east end of the course and my joy turned into frustration, there was a slope with a verticality of about fifteen meters high, to be able to reach a dirt track, which passed underneath. I didn't want to go back, so as best I could, after seeing that there was no movement of any person through it, I began to descend. During the descent I lost my balance and almost fell into the void on a couple of occasions, but I was able to reach the bottom safely. A jackal, who was sniffling among some bushes, flew off, and the poor animal was almost as frightened as I was.

I saw that about a hundred meters to the left, an asphalt road was passing, but I preferred to continue and return along the dirt track, although it was full of large puddles of mud and water. 

   As I turned a bend in the road, I saw a small brick casemate, completely pierced by bullets, I thought it could be a reconnaissance made by machine gun fire, in the last of the wars or battles to which the people of Marjayoun and surroundings were so accustomed. When I passed it, I saw that it was part of a gas station, completely burned.

    I looked back once more and was reassured that nothing and no one was following my steps. The sun had diminished the intensity of its light considerably. Suddenly, a short distance away, a snake about two meters long, of a bright jet black color, crossed the track at great speed, getting lost in the undergrowth of the field. On the side of my road, I saw a turtle trying to hide from me. Perhaps my timely appearance had saved his life, at least for that night it had not been the dangerous serpent's supper. But I'll obviously never know.

    Without further mishaps I arrived back in Marjayoun, when the lights of the city began to come on, those fields, which contain mysterious adventures and questions, were left behind. I always wondered what that fellow could do there in the middle of nowhere and how he could have gotten a vehicle that wasn't an all-terrain vehicle over such a stony and narrow area, because it had such wide antennas, and what conclusion the man would come to about my presence there. But that's not the case, I'd never know.

Jose Moore